miércoles, 11 de febrero de 2009

Origen del “Pasito Flogger”, y porque los Floggers son Teletubbies

Floggers. Las calles, medios de comunicación y retinas de masas enteras de gente se han visto inundadas con la fluorescente presencia de esos adolescentes carentes de personalidad y que refuerzan su identidad personal perteneciendo a lo que dan en llamar como tribus urbanas, nombre que no estoy seguro de si adquieren por alguna denominación antropológica o por la costumbre de escribir como verdaderos primates.

Pero más allá de su intoxicante presencia, epilépticas vestimentas y cuestionable gramática, tienen como emblema representativo un movimiento espasmódico que insisten en llamar Pasito Flogger y que ejecutan al ritmo de la música electro-pop, género musical que dificilmente debería ser considerado como tal, cuando encaja más bien dentro de los cánones correspondientes a la melodía rítmica y repetitiva que acompañaba los juegos de NES (por estas latitudes, conocida mundanamente como Family Game).

Y es observando algunos videos de estos sujetos danzantes que pude llegar a los orígenes de tal ceremonia danzante. Veamos, si el jurado me lo permite, la Prueba A:

 

Flogger Tolengo

Es escalofriante sentirse golpeado por la imágen de nuestro venerado y siempre lentalmente-aleatorio Johny Tolengo,  y comprender que se trataba del primer flogger en pisar suelo argentino. Vestimenta, lentes, movimiento de pies, cara de pelotudo: todos los ingredientes estaban ahí para formar la ensalada flogger que a todos nos dan ganas de estampar contra la pared al grito de “¿¡Y esta mierda querés que coma!?”. Pero permitanmé tranquilizarlos, esto es solo una hoja del árbol, la raiz y lo que ella implica viene a continuación, con la Prueba B:

Electro-Teletubbies

Si el Sr. Tolengo tenía los condimentos para la ensalada, esto es una Ensalada del Cesar de McDonald’s  con aderezo, pollo, gaseosa, servilletas y empleado del més presente en la sucursal. Está todo allí. La vestimenta de colores dolorosamente eléctricos, las caras de idiota, los movimientos más propios de un discapacitado que de una persona en control de sus extremidades, la absoluta falta de neuronas. Solo falta que en el Shopping del Abasto salga una regadera y anuncie “Llamando a los Tele-Floggers, llamando a los Tele-Floggers”, en cuya situación estariamos en condiciones de afirmar científicamente lo propuesto en este post. En un segundo análisis, es posible establecer la absoluta falta de autonomía por parte tanto de floggers como Teletubbies, lo que los obliga a movilizarse en grupo, como así también se establece prontamente un paralelismo dialéctico entre la pobreza gramatical que poseen ambos grupos sujetos a estudio. También se puede observar que son todos una manga de estúpidos, eso apesta de obvio.

Así queda establecido que los floggers, antes de ser floggers, son Johny Tolengo. Y mucho antes aún son Teletubbies, con todo lo que ello implica.

lunes, 9 de febrero de 2009

Orientación Dharma

Para todos los fanáticos de Lost, que seguro estarán disfrutando con fervor de la recientemente estrenada quinta temporada, quiero dejarles una noticia que podría llegar a causar revuelo, y es que he encontrado una de las oficinas de la corporación Dharma. No puedo revelar la dirección exacta, en parte porque no me parece ético compartir semejante descubrimiento con la vulgaridad que transmite un blog tan simple y falto de categoría y fanfarrias, y en parte porque no recuerdo la dirección exacta. Solo puedo orientarlos ligeramente en el asunto y ubicar dicha institución en el barrio de Belgrano.

Sin más detalles, a las pruebas me remito:

Dharma Dharma

Desconozco si dentro de la edificación se encuentran Charles Widmore, si se trata de una instalación con una fin científico específico, o si simplemente se juntan un montón de yoguis con la intención de alcanzar el nirvana.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Multiplicidad Barrial

Al pensar en Buenos Aires, uno tiende a pensar en al menos dos grandes divisiones, Capital Federal y Provincia, diferencia entre ambos sectores provista por la autopista General Paz, testigo preferencial de accidentes y escucha de insultos por gente atascada en plena hora pico.

Sin embargo, a medida que uno se concentra más sobre Capital Federal (o acerca más el mapa de Google Maps), empiezan a aparecer cantidades de nuevos límites y divisiones propuestas en forma de barrios o distritos, que no solo tienen como fin el poder administrar de mejor forma a los habitantes de la ciudad y todos los problemas que ello conlleva, sino que además pretenden separar social y culturalmente a quienes los habitan. El solo nombrar Las Cañitas, Belgrano, Constitución o  Avellaneda (dejo Palermo para dentro de unos momentos) inmediatamente transmite ciertas ideas respecto de las costumbres y características de sus habitantes.

Pero, aumentando el zoom aún más para centrarnos en la zona de Palermo, la situación cambia de color y adquiere matices más grises, dado que la mencionada zona sufre en carne propia una división sectorial mucho más detallada y complicada. A lo largo de los años, vaya uno a saber quien, decidió que no alcanzaba con vivir en Palermo y era mejor vivir en alguna zona más exclusiva aún, a la que decidió llamar Palermo Chico. Y un montón de desconocidos decidieron hacer lo propio, con lo que Palermo se transformó en zonas tan dispares como Palermo Hollywood, Palermo Chico, Palermo Soho, Palermo Viejo, Palermo Queens, etc. Si tuviese que apostar dinero ahora mismo, podría aventurarme a contener a dichos desconocidos dentro de un grupo social, que no pertenece a las personas de alto poder adquisitivo como podría pensarse, sinó que se asocia más bien con los empleados, gerentes y dueños de inmobiliarias y su permanente tendencia de relativización barrial para poder elevar los precios de los inmuebles. Así, es posible elevar el precio un 20% solamente agregando un modificador al nombre del barrio.

Ciertos inconvenientes cotidianos nacen a colación de esta división no reflejada en ningún mapa, como por ejemplo los tipos de negocios que proveen a los vecinos. Se multiplican los locales de ropa y accesorios en la misma medida que se reduce la cantidad de almacenes, los cuales pasaron a llamarse Drugstores o mini-markets, y como sucede siempre en Palermo, cuando cambia el nombre también cambia el precio.

Tanta estructuración barrial también ha germinado la canibalización del propio barrio de Palermo al punto tal que uno no puede decir simplemente “vivo en Palermo”, puesto que el interlocutor pone cara de expectativa y espera el corolario a la frase donde indicaremos precisamente en que sección del barrio estamos ubicados. Al prolongarse el silencio, el interlocutor podría llegar a preguntar “en que parte de Palermo?”, dejando solo la posiblidad de agregar un adjetivo/sustantivo que suene anglosajón. En caso de que el mismo no corresponda con una de las divisiones previamente establecidas, siempre se puede replicar que “es nuevo”, lo cual nos dejaría en la mejor situación posible. Situación adversa supone el no agregar más nada, con lo cual nos colocaremos instantáneamente en el papel de boludos.

¿Y que sucede con las personas que vivieron siempre en Palermo y ahora descubren que viven en Palermo Soho? ¿Están obligadas a cambiar sus costumbres para asimilarse al entorno? Porque seamos honestos, un señor en camiseta y pantuflas comprando facturas no es exactamente lo que a uno se le viene a la cabeza al transitar por esas geografías. Esa persona ahora deberá vestirse correctamente solo para poder adquirir alimento desayunable en el mini-market cercano (anteriormente conocido como El Almacén de Don Tito), probablemente con ropa adquirida en algún negocio cercano que refleje su nuevo life-style, apreciable no solo en su incomodidad sinó en la cara de susto al descubrir que las facturas comparten con la vestimenta el sobreprecio y valor agregado que imponen los nuevos límites inter-barriales. Y después viene la gente. Al ser ahora zonas siempre concurridas, el habitante Palermo-hollywoodense no encuentra lugar para estacionar el auto, a no ser que posea garage propio. Y con la gente viene el ruido, la proliferación de restaurantes, bares, resto-bares y boliches hace que el habitante Palermo-sohónico pase a ser un mero espectador insomne de la actividad exterior que se filtra en su dormitorio en una mezcla de risas, escapes de autos y griterío histérico de señoritas.

De momento, y mientras viva en otro barrio, planeo seguir formando parte de la fauna nómade que visita los Palermos durante los fines de semana.

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