lunes, 20 de septiembre de 2010

Misión: Chino

Era un hermoso sábado por la tarde, mi mente repleta de sueños e ilusiones se dejaba entretener por el fulgor de la tenue luz invernal que se proyectaba entre las cortinas. Mi mirada soñadora se perdía entre los rayos de sol que me invadían con su blancura y me teletransportaban a nuevos mundos imaginarios repletos de felicidad. Así llevaba 2 horas, tirado en el sillón mirando absolutamente a la nada cuando la necesidad llamó a la puerta de mi vejiga para invitarla a salir un rato y hacer pis. Sobreestimulada por el incesante goteo de la canilla de la cocina, me obligó a sacarla a pasear hacia la zona del baño. En el proceso tuve una poderosa epifanía, en la cual recordé como el famoso folklorista Antonio Tarragó Ros siempre es presentado al público con muchas ‘s’ al final, y que escuchar su propio nombre con final a puro sifón aparentemente tiene en él el mismo efecto que tiene en mí esa canilla que no para de gotear. De esta inverosímil situación se desprende su velocidad en la ejecución del bandoneón: no toca rápido para sorprender al público, sino para terminar rápido y poder ir al baño. Supongo que similares problemas habrá tenido Marilina Ross.

Es como un pulpito adorable, que si explota te morís
All work and no urination makes Jack a dull bladder


El resto del día transcurrió sin eventualidades, al menos hasta que llegó la hora de ir a un evento social en compañía de mi esposa. El evento en cuestión era una reunión que puedo calificar de “fundamentalista islámica” a juzgar por la cantidad de Abrahams y Goldemberg presentes en la habitación. Me sorprendió que hablasen con cierta normalidad y no hicieran reiteradas menciones a “la negocio”; o que pocos usaran el típico posavasos en la cabeza. Claro, yo me puse uno para intentar pasar desapercibido entre ellos, pero lo único que logré fue que se refirieran a mi como “el tarado que intenta mantener un vaso haciendo equilibrio arriba de la cabeza”, acto circense del que estoy orgulloso pero que no se me permitió explotar en su totalidad para ser el centro de atención de la fiesta. Tampoco pareció tener demasiado éxito el haber hecho chistes sobre inspección de cavidades en aeropuertos, o haberme referido a algunos de ellos como “Bin Laden”: aparentemente que los confundan con terroristas es un pre-concepto de mi parte, y uno totalmente erróneo por cierto.

He will shoot you if you don't repent. Repent, you sinner bitch!!
¿Como pretenden que entienda bien las cosas, si el
Rey de los Judios es un zombie con armas que
se transforma en masitas y un tetra-brick?


La noche avanzaba con cierta normalidad (excepto por una breve participación telefónica del INADI insistiendo que “cese con mis chistes xenófobos o se iba a iniciar (otro) proceso judicial en mi contra”) y me estaba amoldando a la situación, la gente y el ruido cuando una noticia llego al Escuadrón de Liberación de la Fe Cristiana, nombre con el cual me refería a mis nuevos amigos aún cuando ellos no lo aprobasen: las provisiones de Fernet habían dado el default y estaban provocando una crisis etílica en el living. Ni lerdos ni perezosos, nos subimos al ebrio-movil para retomar control de la situación y poder empedarnos en paz sin demasiadas demoras. Grave sucesión de errores se sucederían a raíz de esa decisión.

Sarán!
¡Sara sara sara sararán!


El primer error fue abandonar el ebrio-movil para proceder como vengadores enmascarados a pié, algo que por la naturaleza del barrio no parecía una buena idea. Nos abrimos paso a través de las sombras hasta la estación de servicio más cercana, solo para que el encargado de atención al público de esas horas nos dijera que “El kiosco está cerrado, nos quedamos sin hielo y nunca le vendería fernet a un grupo de personas entre las cuales hay un gordo que se escribió en la remera “I HATE JUICE” con lapicera”. Que conste que se trataba de un pequeño chiste privado para los Jacobos de la fiesta, pero que no les resultó demasiado divertido. Abrir una hornalla y sugerirles si se querían dar una ducha tuvo el mismo efecto negativo en mi popularidad.

Sooooo gay
Luego bailamos como idiotas e hicimos explotar la estación
de servicio. Buenas épocas…


Conclusión, estábamos en peligro de despabilarnos y a horas de la noche que son más apropiadas para los vampiros que para los menores, por lo que tomamos la drástica medida de comprar nuestra ingesta alcohólica en algún kiosco de la zona, tarea que resultó ser imposible en parte por la escases de kioscos y en parte por las altas barreras morales de sus encargados que impedían realizar fuera del horario establecido la transacción que nos garantizaría a nosotros unas cuantas horas extra de aparente felicidad etílica, y a él unos morlacos extra en la caja registradora. Sin embargo, en un guiño de complicidad, fuimos avisados respecto de cierto autoservicio de procedencia oriental con poco respeto por las autoridades o la normativa vigente. Con cara de conspiración de Roswell, el kiosquero me indica “doblá en la esquina y hacé dos cuadras, cerca de la esquina hay un mercadito con puerta de acero blindada, golpeá tres veces y esperá que te abran la rendija, si le mostrás la plata el chino te vende cualquier cosa”.

Las aventuras de Chi-Zito y Chori-Pan
Menos mal que está armado solo con un plátano y no
tiene su espada samurai. Aunque ese plátano se
ve bastante afilado.


Allí fuimos con el Escuadrón de Liberación Taoísta, que son los mismos de antes, pero los renombré para motivarlos en nuestra nueva cruzada aunque decidieron ignorarme. Yo tomo su silencio como una respetuosa señal de compañerismo y entendimiento de una causa noble y justa, especialmente porque no se como interpretar ese silencio de otra forma. Mientras el frío hacía estragos en nuestros cuerpos a medida que retomaban la proporción normal de sangre en el alcohol que corría por las venas nos dirigimos hacia el “Palacio de la Mafia China” (nombre con el que bauticé el “Super Frescura Mercado” para que suene más emocionante), lugar al que cuando llegamos nos anunciamos con la contraseña secreta que nos había facilitado nuestro informante. Desde dentro solo escuchamos una tenue respuesta que parecía sugerir que no pensaban atendernos a esa hora. Maldita sea… tuvimos que hacerlo a nuestra forma.

Door kicking in the 30's ruled.
Única instantánea fotográfica de la odisea: yo abriendo
la puerta el chino de una patada al grito de
“mueran, malditos comunistas”.


Luego de entrar por la fuerza, tomar de prisionero al dueño, vencer a sus guardaespaldas ninjas solo con el poder de nuestras mentes, llenar unas cuantas bolsas con Fernet y Coca-Cola, tumbar dos estanterías “solo por diversión” y prender fuego otra estación de servicio (tengo que reconocer que por un momento la situación se nos fue de las manos), decidimos volver hacia el Bar Mitzvá de fiesta en el que nos encontrábamos al principio, donde bebimos e hicimos coreografías de N’Sync un rato más hasta darnos cuenta que los Isaacs habían invadido la cocina y se estaban bebiendo nuestro alcohol, que tanto sufrimiento y patadas ninja nos costó conseguir. Lo siguiente que recuerdo es estar en un auto manejado por Ronald Reagan de vuelta a casa, situación de la cual puedo concluir el evidente estado de ebriedad de mi parte.

I married Ronald Reagan. So what, you commie son of a bitch!
Eventualmente pude descubrir que quien manejaba era mi esposa,
a quien represento con la cara del ex-presidente para no
divulgar su verdadera identidad. Igual queda planteada
una pregunta: ¿Porque tiene el volante al revés?


Nota para los lectores: gran parte de lo aquí enunciado
puede ser una percepción distorsionada de la realidad
provocada por la ingesta masiva de alcohol, sanguchitos,
papas fritas y delicatessens varias.

1 comentario:

multivak dijo...

Uyyy! Eso fue con alcohol, definitivamente, dile no a las drogas...

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