viernes, 1 de mayo de 2009

Oficios Anteriores

A lo largo de mi vida, pasé por varios oficios, de alguna manera todos vinculados a la computación. Servicio técnico, vendedor de copias de películas en la UNRC, programador independiente y actualmente Analista-Programador S/Sr.

Pero en forma intermitente, y más por obligación que gusto o necesidad, también fuí farmacéutico. Si si, mi padre creyó que un ser neurótico, ligeramente inestable y con absoluto desconocimiento de los fármacos, era apropiado para atender el negocio en su ausencia.


Yo jugando a 'Soy el Señor Pastor'Este soy yo en una tarea que mis amigos denominaban “Jugando a ser el Sr. Pastor”


Sin embargo, la experiencia sirvió para mucho. Aprendí el nombre de un puñado de fármacos que animarían cualquier fiesta, y que podría intercambiar por protección en la cárcel cuando me arresten porque la fiesta se fué demasiado al carajo. Aprendí a decir que no atendemos mutuales, cuando si las atendemos. Y aprendí a automedicarme, habilidad escencial en esta década en que uno no tiene tiempo para ir al médico.

Pero lo más interesante son los viejitos que entran a la farmacia. No solo entran en cámara lenta, velocidad que para ellos debe ser normal pero para uno es exasperantemente tranquila, sinó que luego insisten en hacer absolutamente todo a esa misma velocidad. Los más ordenados te traen una cajita de lo que quieren, o la receta correspondientes. Pero otros, en una clara condición suicida auto-mutilante, van sin saber el nombre de lo que les hace falta. Y convengamos, no es lo mismo llevar el suavizante para la ropa equivocado que el medicamento para la presión equivocado.

Veamos como se reproduce esto en la práctica, con detalle de la conversación en naranja a modo de conciencia explicativa:

- Hola señora. ¿Cómo le va? ¿Qué anda buscando? (se podría apurar un poquito, estaba viendo Scrubs)
- Estoy buscando la pastillita verde alargadita esa que me vende tu papá
- ¿No tiene la cajita o no se acuerda más o menos el nombre?
(Deme algo de información señora, que no estamos jugando al Pictionari)
- Era cardio algo… no me acuerdo. Es verde, alargadita. Me la vende tu papá. (Ok. Cardio-algo, es para el corazón, esto se está poniendo peligroso. Y vuelve a repetir lo que dijo antes, como si fuera un acertijo medieval que debo resolver.)
- Bueno, dejeme ver. (Me acerco a una góndola cualquiera, podría ser la del algodón, total es lo mismo). Mire, tengo Cardiosán, Cardiorecuperol y Cardiofaringil. ¿Le suena el nombre de alguno?
- Ay, no, no se. Creo que es el Cardiosán, pero no estoy segura.
- ¿Porque no va a su casa y se fija si tiene la cajita?
(y me deja de romper las bolas)
- Sabés nene que tenía la cajita, pero mi nieto… (Insertar historia aburrida del nieto) … y no se donde está.
- ¿No puede esperar a que llegue el dueño? Porque él seguro sabe cual es el medicamento.
(Finalmente, la señora se va)

Yo jugando a que se alo de farmaciaMmm… que puedo darle a la señora que no la mate y al mismo tiempo parezca que se algo del asunto…


A ver si los viejitos lo piensan por un momento: hay alrededor de 700 medicamentos diferentes en el negocio. ¿Cual se supone que es el de la pastillita verde alargada? ¡Ni siquiera puedo abrir las cajas! Además, con el estado de salud que tienen esas personas, suministrarles cualquier cosa que no esté dentro del coktel místico de drogas que consumen, podría llevarlos a una muerte segura. Entiéndase, no les podría dar ni un paquete de Mentho-Plus e indicarles que se coman uno cada 8 horas, porque vaya uno a saber que efectos les hace el azucar.

Otra cosa que uno aprende rápidamente es cuando un cliente busca viagra. Este cliene en particular habla con una sonrisa en la cara, que no se puede describir si es nerviosismo por lo que está a punto de comprar o la genuina felicidad de saber que en algún punto del día va a tener acción. Como en todo negocio, la atención no suele ser exclusiva, así que se las ingenian muy bien para pedir el producto sin nombrarlo. “Nene, dame de la oferta”, “Nene, dame un refuerzo” o “Nene, dame de las pastillitas que me vende tu viejo”, acompañados de guiño y cara de cómplice, no dejan lugar a duda de cuales son. Otros, más obvios directamente hacen un gesto con el puño cerrado y flexionando el brazo hacia la pera mientras guiñan el ojo, sacan la lengua y desparraman hormonas por todo el piso del negocio. Desagradable, si. Pero deja plata.

2 comentarios:

Rosario dijo...

sos un groso!!!...me hiciste morir de risa...jaja,..tu poder de redaccion es incleible cuñadito..sos lo mas.
Y segui haciendo estas cosas porq me divierto cuando m tomo mi descanso.
besos grandes...los tkm a los dos!!

Fernando Sydor dijo...

Simplemente.... UN CAÑO!!! Jugando a ser el Sr. Pastor!!! Preguntale al PALA como le fue jajajajaja!!!

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