Todos tenemos nuestros rituales personales, desde los tremendamente obvios observables en cualquier fanático de los deportes que se pinta la cara con los colores de su equipo y va siempre con el mismo par de medias a la cancha, hasta los tan íntimos y personales que nadie podría advertir que realmente están allí. La forma en que acomodamos la mesa, el orden en que nos vestimos, la secuencia de tareas que realizamos antes de salir de casa; todos son mini-rituales que definen nuestro día a día. Sin embargo, observando cuidadosamente a mi esposa antes de acostarse a dormir me topé con un ritual que me resultaba desconocido: el de perfumarse. Lo más desconcertante fue la respuesta que justifica la acción: es por las dudas que pase a mejor vida durante la noche.
El Conde Drácula también se perfuma antes de acostarse,
pero porque su cama es un ataúd maloliente.
Personalmente creo que aplicarse fragancias antes de dormir es un acto de vanidad prácticamente innecesario, aunque los motivos son perfectamente entendibles. En primer lugar, el concepto de elegancia es muy diferente para hombres y mujeres: ellas prefieren verse como Liz Solari, nosotros podemos vivir perfectamente portando un look “Pachi de 5º A Fondo”. Además, es de popular conocimiento que las mujeres tienen debilidad hacia los médicos, siempre quieren estar vistosas y perfumadas en su presencia, motivo que se debe ampliar al uso de crema nocturnas y el frecuente recambio de ropa interior por prendas sin patinadas visibles. Imagínense si estiran la pata de noche, y al llegar el médico a la mañana siguiente las encuentra despeinadas, con la piel no exfoliada o el maquillaje corrido… un desastre total: el glamour ante todo, incluso ante la muerte misma. Mientras tanto, el resto agradecidos de que el perfume tape un poco el olorcito a muerto, bastante desagradable por cierto.
Otra solución igual de eficaz pero más económica.
Como todo elemento de glamour, es importante utilizar el adecuado para la situación. No estoy interiorizado del asunto, pero supongo que no sirve cualquier perfume, sino que hay rangos de fragancia que funcionan mejor que otros. Sinceramente me gustaría ver al empleado de una perfumería tratando de asegurar una venta con argumentos como “ah, si, este es el más nuevo, todos los que se están por morir lo llevan”, “si tenes el recibo de la quimioterapia te hacemos el 10% de descuento” o “hasta ahora todos los que lo llevan no se han quejado… claro… se murieron todos (acompañado por risa nerviosa)”.
Vamos, el viejo Gil necesita esta venta… sino
mi esposa va a dejarme… por favor… lleve
el perfume…
Una última implicación en todo del asunto del ritual pre-mortem es la referida a los no-muertos, también conocidos como zombies. No hay cosa peor que morirse, volver a la vida como zombie la mañana siguiente y no oler de la forma apropiada, amén de que las mínimas funciones motrices todavía funcionales nos impedirían aplicarnos eau-de-toilette. Porque si bien el apocalipsis zombie puede resultar incómodo en un montón de aspectos, pero es mucho más tolerable si los afectados están bien maquillados y peinados, con aroma a perfume importado que disimule el rancio aliento.
Una verdadera lástima lo de las mordidas y
el pobre material de conversación, que rara
vez se desvía del tópico de “los cerebros”
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