jueves, 22 de octubre de 2009

Descubriendo Tu Vocación


No este tipo de "Vocación".



En el transcurso de nuestras vidas, todos tenemos al menos un momento absolutamente crucial en el que tomamos decisiones con la fuerza e importancia suficientes como para cambiar el curso de todo lo que está a punto de acontecer. Elegir una carrera universitaria, casarse, viajar en el tiempo y modificar algo solo para joder con la continuidad del espacio-tiempo, o confesar nuestra homosexualidad en plena cena navideña llevando a nuestra abuela a un infarto prematuro. Cualquiera de esas decisiones tiene un impacto radical en todo lo que seguirá en nuestras vidas, y probablemente también en la vida de la nona, quien ahora tiene que usar un marcapasos.


- Abuela... soy gay!
- ...
- Abuela...
- ...
- Abuela...
- ¿Que le pasa a la nona?
- Llamá al 911, pelotudo!!



Lo que no puedo imaginarme es en que momento alguien estudiando la carrera de medicina decide seguir la especialidad de proctología. Entiendo perfectamente a los ginecólogos, incluso puedo llegar a comprender el morbo que le genera a los dentistas producir miedo y dolor en sus pacientes, pero no me cierra para nada la forma en que alguien decide ser un profesional de revisarle el orto a alguien. Cláramente hablamos de gente un poquito trastornada, es imposible que alguien completamente normal tome semejante elección a propósito sin sentirse al menos mínimamente afectado por el hecho de que durante el resto de sus vidas sus dedos tendrán un aroma diferente, o que en cualquier evento social el resto de los hombres se tape al cola humorísticamente al saber de su profesión. Y que conste que hasta aquí he dejado de lado cualquier connotación gay, porque bien podría decir que todo profesional tiende a llevar la práctica a casa: los mecánicos arreglan sus propios autos con frecuencia, los pintores no dejan detalle de pintura sin cuidar y los proctólogos... quizás se revisen a si mismos con más frecuencia de lo que podríamos considerar normal o, al menos, masculino.


Aguarde en la sala de espera, señor.
El Dr. Megafalange lo atenderá en unos
momentos, relájese. En serio...
relájese todo lo que pueda.



Hay un solo ser que me genera más confusión, y es el oficial de policía que hace inspección de cavidades en los aeropuertos. Un proctólogo al menos tiene el consentimiento del paciente que ha sacado el turno, ha ido al consultorio, ha leído las revistas pedorras de siempre mientras espera y luego se bajó los pantalones por iniciativa propia. Quién hace inspección de cavidades tiene que hacerlo con un sujeto que ofrece resistencia, lo toman por sorpresa y además está a punto de pasar al menos un par de horas en la incómoda butaca de un avión: lo que menos quiere es sentir incomodidad en el trasero. Jóvenes, viejos, delgados, incluso niños (como lo vimos en este post), todos serán exáminados por igual. Todo eso al margen de la posibilidad de que sea realmente un terrorista, en cuyo caso el oficial de policía no podrá dormir tranquilo nunca más, le ha metido el dedo en el trasero a un terrorista, en cualquier momento pueden ponerle una bomba en el auto o directamente dinamitar su casa. Aunque nada de eso debe compensar el aroma que deja en el dedo el trasero de un maldito iraní tras alimentarse toda su vida a base de pasta de porotos sobre-condimentada.


I want YOU to pull my finger.
Freaking terrorist...



Tanto el proctólogo como el inspector de cavidades deben lidiar con un problema cada vez más frecuente: los gays. Cualquier hombre elude el problema hasta en tanto sea absolutamente inevitable o implique algún riesgo de muerte, situación esta última una que un verdadero macho preferiría antes de "que le metan un dedo ahí". Un gay, por el otro lado, puede llegar a hacerse hasta un chequeo mensual de próstata, condición de salud denominada "Hipocondria en la cola" y detestada profundamente por cualquiera que ejerza su trabajo a fuerza de señalar insistentemente entre los cantos. Aún peor es cuando se ponen mimosos y piden la inclusión de más dedos "para tener segundas opiniones", hasta se han registrado casos en que el paciente trae su propio "instrumento" y le pide al profesional de la salud en cuestión que por favor lo revise con eso, a lo que este último habría contestado "esto no solo es poco ético, sinó que trajiste un maldito cono de tránsito".


Dos proctólogos jugando a las espaditas
con sus instrumentos de trabajo. El que
pierde,
atiende al gordo.

5 comentarios:

Diego dijo...

Lo que me acabo de reir con este posteo no tiene nombre.
"...o confesar nuestra homosexualidad en plena cena navideña llevando a nuestra abuela a un infarto prematuro."

Mortal.
Un aplauso.

Anónimo dijo...

Tengo que decir que me dió un poco de asquito.....sobre todo lo del policía que busca -algo- en el culo del sospechoso......
Al respecto: el abuelo de mi mejor amiga era proctólogo....y pobre, toda la vida la martirizamos con eso.
Un beso!

alelé dijo...

Jaja, algunos llevan su instrumento?

Yo le cuento que jamás pude ir a un ginecólogo hombre, o sea, no puedo entender como un hombre elije una especialización que ´solo´se aplica a mujeres... tiene un morbo que no puedo soportar

Lo del proctólogo, que se yo, sobre gustos...

Ale dijo...

Gran verdad que alguna vez fue tratada (con mucho menos esfuerzo y claridad conceptual) en este post.

Lo del policía auscultador de baúles ajenos, sublime.

Traficante de Libertad dijo...

la verdad es que tenes toda la razon. Y habria que escuchar a alguno proctologo que diga "DE CHICO SUPE QUE ESTO ERA LO MIO", "YO HICE DE ESTO UN ARTE" O "SI HAY ALGO QUE AMO MAS QUE A MI FAMILIA...ES MI LABURO".
Que mundo rebuscado y oscuro del proctologo, espero jamas tener que ir a uno ( y si tengo que ir, ojala que este bueno...ya que tamo´)



un abrazo.

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