Todos los que en algún momento fuimos al gimnasio hemos visto y padecido los personajes que allí habitan y que pueden hacer nuestra rutina más o menos tolerable en función de lo que el azar y el horario han decidido servirá a modo de compañía mientras ejercitamos.
Encontraremos entonces personajes perfectamente catalogables, como si de personajes secundarios de Seinfeld se tratase. Desde el flacuchento que no levanta nada hasta el gordo que si quiere levanta el gimnasio entero en el aire y se lo lleva a la casa; desde el gordito con sobrepeso que está todo el día en la bicicleta hasta el adonis humano a quien el gordito mira con intenciones de parecerse en un futuro que seguro nunca llegará; el profesor que se preocupa demasiado y el que ignora a todos excepto a las chicas lindas; el que aprovecha para hacer sociales mientras sus músculos se mantienen iguales o el que solo se concentra en estos y no habla con nadie; la señora de la tercera edad que va y ocupa las máquinas durante siglos enteros o la adolescente que hace todo rápido para irse a hablar con las amigas.
Definitivamente en el grupo de personas que
SI te motiva a ir al gimnasio
Pero existe un visitante que realmente es exasperante. Su rango de edad es totalmente variable y nunca han pisado un gimnasio en su vida, por lo que desconocen cualquier práctica o cortesía que se deba tener allí dentro. Además, al no haber asistido nunca a un gimnasio y demostrar falta de conducta en la mayoría de sus acciones, no es de extrañar que sean víctimas (y al mismo tiempo culpables) del sobrepeso que sus adiposidades les generan. Hablo, claro está de esta mezcla de ballenas y novatos que daremos en llamar…
LOS BALLENOVATOS
¿Pensaste que Zulma Lobato en Maxim era lo
peor que podías ver este mes? Eso porque no vas
al gimnasio con este ballenovato.
Ocupan a los profesores todo el tiempo, se demoran mucho en cada máquina para mover 400 gramos de pesas como si se les fuera la vida en cada movimiento. Además mojan todas las máquinas con sudor, y como son nuevos no llevan toalla para secarlas, obligando al resto de los gimnastas a descontaminar las máquinas que hubiesen entrado en contacto con la espalda de estos sujetos. Peor aún son sus calzas ajustadas que revelan cada detalle y pliegue de su anatomía, aunque luego descubramos que tales calzas en realidad son joggings que deberían quedarles sueltitos y no a presión como se los colocan. Realmente los ballenovatos son lo peor que nos puede pasar, especialmente si coincidimos con ellos habitualmente en horarios, llevando a que muchos de los clientes fijos de ciertos gimnasios abandonen o se retiren a templos fisicoculturistas más profesionales, dejando así a un gimnasio de barrio tildado con el comentario entre amigos de “no vayas, está lleno de gordas y viejas chotas”.
Estos sí son clientes de un gimnasio serio.
No son ballenovatos, son gordos profesionales.
Afortunadamente, en los gimnasios serios la entrada de los ballenovatos está totalmente prohibida. Ahí solo hay gente linda, atlética y pletórica de vida como uno. Por cierto, tengo que anotarme en el gimnasio un día de estos, es hora de retomar el físico que nunca tuve pero que la televisión dice debería tener.
La política respecto al sexo opuesto de Peter Griffin
es admirable, aunque un poco pretenciosa
3 comentarios:
Me reí mucho. Conocí a unos cuentos de esos personajes en mis cortas estadías gimnásticas. Ahora bien, quizás coincidas conmigo, ir al gimnasio ¿no es terriblemente aburrido?
Un abrazo
Me molesta en realidad que hacen mil horas de cinta, y no les importa verte hacer bici con cara de odio y el culo roto de esas bicis de porquería.
Me molesta en realidad que se queden mil horas usando la cinta mientras ven que los mirás con cara de odio, con el culo roto de estar hace 1 hora esperando 'tu lugar' en la bici de porquería.
(igual apoyo la actitud empezar a mover el ojete como iniciativa)
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