Muchas veces me encuentro realizando otra actividad cuando de pronto me siento mojado por la inspiración. Y que conste que he dicho mojado en lugar de iluminado porque en raras ocasiones la inspiración me llega por medio del gran Febo, sino que en mi caso es más frecuente que me llegue cuando atiendo mi higiene personal debajo de la ducha. Si a esto le sumamos que no soy impermeable, la expresión mojado por la inspiración parece la más adecuada para describir la sensación que me impulsa a escribir con cierta periodicidad.
Y lo que me humectó mentalmente esta última ocasión fue la similitud que existe entre el acto de cocinar y el de tener relaciones sexuales. Si, así como lo leen, creo que ambos ritos son prácticamente equivalentes y están estrechamente vinculados entre sí, no solo por expresiones como “te voy a comer toda” o la necesidad de ciertas personas de untar/distribuir sustancias alimenticias sobre el cuerpo de sus compañeros/as de cama, sino que se se ven emparentadas desde la misma dinámica elemental que los define.
Preludio
La primera parte es la preparación previa al hecho en si mismo. Tanto a la hora de la ingesta como a la hora del intento copulatorio, es necesario un arduo trabajo de preparación. Naturalmente, ambos empiezan con un paso fundamental plenamente consumista: ir a comprar algo. En un caso se trata de un viaje al supermercado para adquirir los bienes necesarios y con los cuales se deberá llevar a cabo la cocción (o armado en caso de que se haya optado por alimentos crudos como el sushi); en el otro caso será necesario algún tipo de regalito, comisión o incentivo que se de agrado por la persona a quien se intentará convencer de incurrir en el acto sexual.
Ya con todo lo necesario, procederemos a la cocción en si misma. Será necesario preparar vegetales, carnes o legumbres, cocinarlos, sazonarlos, prepararlos de acuerdo a la receta preferida y finalmente servirlos en la mesa para prepararlos a la ingesta por parte de los comensales en un caso; mientras que para el otro también nos apegaremos a una “receta” infalible de frases, miradas y caricias que irremediablemente llevará a la contraparte a disponerse física y hormonalmente para el inicio de las festividades cárnicas.
Como siempre, el plato deberá acompañarse con alguna bebida alcohólica que eleve el espíritu y alegre los corazones hasta el punto de la ebriedad y el desenfreno.
Acto Principal
Bueno, aquí es donde estábamos buscando llegar. Toda la preparación previa tenía como intención este preciso momento, en el cual uno saborea el delicioso plato que ha sido servido, se deleita con los sabores, las texturas y los aromas hasta que uno descubre que el plato ha quedado vacío. De acuerdo a lo trabajado previamente, se podrá disponer de una segunda vuelta para tener el doble de disfrute y maximizar la sensación de plenitud, pero no hay mucho más que eso. Quizás algo de postre, pero el main-course se ha terminado. Rápidamente se establece la analogía entre el plato y el compañero/a de turno, creo que no es necesario extenderme en ese detalle.
Lo que si vale la pena mencionar es la forma en la que se ha disfrutado lo servido. Puede ocurrir que lo que nos ha tocado sea una bazofia incomible, que no hemos podido terminar y por eso hemos tenido que fingir lo delicioso que estuvo pero lamentablemente ya estamos llenos; o estamos en la situación opuesta y se ha tratado de algo tan delicioso y sublime que nos hemos acabado el plato demasiado rápido… y obviamente nos quedamos con hambre y ganas de más.
Desenlace
Ya cocinamos, preparamos, arreglamos, comimos… pero quién dijo que ya nos podemos ir a casa o recostarnos a dormir plácidamente? Todavía hay que levantar la mesa, lavar los platos, acomodar todo y además entretener a nuestro huésped para que no se distraiga o se sienta olvidado; lo que en la cama es conocido como el ritual de los mimos, abrazos y charla post-coito solo con la intención de que quien nos acompañe se sienta reconfortado. Seguramente aprovecharemos también para discutir acerca de que tan bien estuvo la cena, aunque estamos plenamente conscientes de que no se atreverían a decirnos la verdad en caso de que hayamos cocinado un fraude.
Conclusión
Tanto en la cocina como en el sexo, uno se demora mucho más preparando todo antes y acomodando todo después, que realmente disfrutando del hecho. Eso suponiendo que, en el proceso, realmente se haya disfrutado algo. Quizás por eso muchos prefieren el delivery: discás en el teléfono, pedís lo que querés, a la hora te lo llevan a tu casa, pagás, disfrutás, tirás el envase y te ponés a ver la tele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario