viernes, 2 de octubre de 2009

Un Tipo Duro

Inspirado en el post "Chapa y Pintura", de Tyler Durden para el blog Proyecto FIUBA.

Aunque con el correr de los años me he vuelto lo que podría considerarse un ciudadano responsable, no siempre fuí una persona con ética al volante. Ya sea en bicicleta, moto, automovil o incluso como peatón; para mi siempre la calle fué una pista de carreras y me comporté en la misma con el título que corresponde a los que circulan por las mismas: piloto. No conductor ávido por la velocidad, no adolescente con necesidad de adrenalina, no sujeto con el pié pesado: piloto, sin casco ni antiflama, pero piloto al fin.

Esta actitud me valió algunos sustos en bicicleta, accidentes severos en moto y finalmente la destrucción de vehículos de cuatro ruedas conforme fuí evolucionando de categorías y me fueron entregando los carnet correspondientes que me habilitaran a conducirlos. Claro, ningún carnet me habilitaba a conducirlos como yo pretendía, pero eso solo fueron limitaciones legales totalmente inentendibles para las extremidades comandantes de pedales, volante y palanca de cambios.


Recuerdo cuando esto fué un estilo de vida para mi.
Sin los fondos necesarios, pero estilo de vida al fin.


Aunque me ví a mi mismo salir despedido de la scooter y aterrizar en plena calle tras ser impactado sin piedad por una camioneta Ford F100 en una intersección donde cláramente yo tenía el paso, o verme incrustado contra un Peugeot 504 en una intersección donde cláramente él tenía el paso, o sentirme siendo incrustado por una camioneta Chevrolet S-10 en una intersección donde el paso lo tenía el que más huevos le pusiera a la situación; el accidente más interesante lo tuve apenas empecé a manejar mi querido y atormentado Renault Clio. Me encontraba en pleno regreso a casa luego de una jornada agotadora en la facultad, cuando casi sin darme cuenta de lo que estaba pasando, sentí el impacto en la puerta del acompañante.


Estuve muy cerca de llamar a esto "reunión familiar
de un dómigo al mediodía"



El sonido del metal retorciéndose, el auto frenado en seco a causa del impacto...  me bajé del vehículo tan desconcertado como indignado. El otro involucrado ya estaba parado ahí al lado de la parte más magullada de mi amado Clio. Inmóvil y silencioso, observaba el daño producido. No se inmutó cuando comencé a insultarlo y a preguntarle que carajo hacía, que porque no se fijaba; tampoco se inmutó cuando le dije que era un pelotudo, que el auto era de mi viejo y este personalmente iba a estar contento de llenarle la cara de dedos, aunque por dentro temía que ese mismo castigo fuera impuesto primero a mi propio rostro. Me acerqué, le pedí los papeles del seguro, el número de teléfono, el nombre: no me dió ningún tipo de información. Estaba ahí, de pié, haciéndose el duro. Le caminé alrededor, lo increpé, intenté empujarlo sin hacerlo ceder ni un milímetro de su posición. Harto y frustrado de gritarle como un salame a un poste de luz, me subí al auto para volver a casa. Lo hubiera mirado por el espejo derecho, pero este colgaba tristemente víctima de mi inexperiencia al volante.


Encima era alto, no podía mirarlo a la cara sin estirar el cuello.

2 comentarios:

Diabla Región 4 dijo...

En serio no se movió ni dijo nada??? que tipo tan extraño. Me imagino que quizá el coche era de su jefe y fantaseaba con ser despedido , golpeado y más.
O en su cerebro una vaca bailaba al ritmo de música country, uno nunca sabe.
Saludos!!!

Diego dijo...

"o sentirme siendo incrustado por una camioneta Chevrolet S-10 en una intersección donde el paso lo tenía el que más huevos le pusiera a la situación"
Jajaja! es verdad loco, es tal cual. Hay zonas adonde no hay derecho de paso, mas que el que le meta mas gas...El querido oeste... la zona sur...
En fin...
Quien no ama la velocidad?

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