Siempre encontré muy pero muy curiosa la forma en que la sociedad se estratifica tan naturalmente, y como dicha naturalidad es inversamente proporcional a cualquier sentido de justicia que intente imponerse sobre la misma. Pero aún más sorprendente es en los pequeños detalles que dicha estratificación es visible. No hace falta revisar sueldos, ni propiedades, ni el modelo del auto, ni la marca de la ropa, no; solo nos hace falta analizar algo tan humano y al mismo tiempo primitivo como el sudor.
No importa cuan abrasador sea el calor o cuan estanco sea el aire tibio que reina en la ciudad, los ricos no transpiran. Claro, no usan el transporte público, ni caminan por la calle ni hacen cola en el banco. Usan sus autos con aire acondicionado, equipamiento de confort que también tienen distribuido por el departamento para hacer tolerables las tardes y descansar mejor por las noches. Y si el departamento ya se ha vuelto incómodo o monótono, siempre pueden conducir hasta la casa del country y zambullirse en su pileta de agua fresca y cristalina.
Lo mismo sucede en las vacaciones, más prolongadas que las del resto y siempre a la orilla de algún manantial acuoso que relaje la temperatura corporal; o más frescas aún en invierno con el aire helado de la montaña que golpea en la cara mientras descienden a toda velocidad en sus tablas de snowboard. Incluso sus actividades deportivas implican menos transpiración. Una persona de verdadero dinero jugará al golf o equitación. Cualquiera sea el caso el trabajo pesado correrá por cuenta de un tercero, el caddy en el primer caso y el equino en el segundo.
El de remera roja está ligeramente más transpirado que los otros, claro indicio de que su cuenta bancaria ha mermado el volumen
Y aún cuando la temperatura o la actividad física gane a la sequedad, el hombre rico y poderoso no dejará ver ni una gota de sudor. Para eso es que usa el desodorante anti-transpirante que tan caro le ha costado y que contiene esa humedad maloliente de las axilas mucho mejor que el desodorante económico que vende el chino de la vuelta.
Pero hay una enorme contradicción en este planteamiento: los ricos van a saunas solo con la intención de transpirar, y las vacaciones en zonas tropicales implican aún más calor. Y estoy seguro que mientras más jugoso es el trato a punto de cerrar en la empresa, mayores son los nervios e igual de jugosa se pone su epidermis.
Mírenlos transpirar… deben sentirse unos cerditos
Y con esto en mente, puedo cerrar el post con una conclusión que seguro la mayoría avalará como cierta:
Los ricos no transpiran… excepto cuando quieren hacerlo
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