Todos estuvimos ahí en algún momento, fuimos (obligados o no) a una fiesta organizada por un pariente, amigo o amiga, y terminamos enredados en el trencito, fiel reflejo de las intenciones de quien lo hubiese inventado y que destila machismo y feromonas manchando toda la escena de cierto tinte sexual.
Este rito fiestero no nace de la necesidad de alguien de animar una fiesta o demostrar a sus amigos lo manipulables que son un montón de personas y que sencillo resulta introducirlos en actividades grupales carentes de cualquier sentido de la lógica; sino que nace del oscuro y pervertido deseo de algún señor de generar situaciones propicias para el apoyo y el toqueteo de los especímenes femeninos. Le voy a pedir al lector que lo analice por un segundo: se trata de una actividad que involucra tomar señoritas por la cintura y seguirlas por todo el salón (algo que en muchas empresas ya sería considerado acoso sexual), aprovechando cualquier frenada brusca como oportunidad para acercar la ingle hacia las nalgas de la mencionada señorita y que, dependiendo de la intensidad de la frenada, puede acabar en una soberana apoyada. Los más cancheros en el asunto incluso llevarán las manos hacia adelante intentando tantear la zona del escote. La versión más extrema de todo este paquete de cosas para tocar es cuando alguien pretende arrancar el trencito marcha atrás, en cuyo caso el pervertido se verá beneficiado con un par de nalgas que, sin demasiadas opciones, apuntan y se dirigen hacia su ingle; y si no apuntan, es perfectamente posible guiarlas desde la cintura. ¿Y que hay de beneficioso para las damas involucradas? A no ser que sean pro-apoyo, tendrán que contentarse agarrando de la camisa a algún señor con sobrepeso y transpirado que se mueve totalmente fuera del ritmo musical que acompaña la actividad. El que diga que esto no es machista, puede dejar de leer ahora mismo.
Trencito Extreme, culpable de un incremento del 27%
del índice mundial de natalidad en el año 1996
Pero atento, no es una actividad a prueba de fallos. Uno siempre puede terminar haciendo el trencito detrás de una prima, una tía, su propia esposa o incluso detrás de un congénere masculino. Al verse en tal situación, el pervertido tensará los brazos para evitar el contacto; por el contrario, el muy pervertido se apoyará todo lo que tenga delante sin distinciones o compasión.
Ya me apoyé 4 pendejas y toqué 2 senos.
¡Gracias, trencito fiestero!
¿Pero que tipo de mente perversa es capaz de engendrar semejante abominación partuzeril? ¿Quién podría estar tan fanatizado por apoyar y frotarse contra traseros ajenos como para hacer que una fiesta entera gire en torno a ello? Demos la bienvenida al señor Carlos Monti. Para quienes no lo recuerden, el señor Monti conducía el programa de chimentos Rumores junto a la siempre exuberante Susana Rocasalvo. Quienes si lo recuerden y además hayan sufrido disfrutado del programa mientras estuvo al aire, tendrán muy en cuenta las constantes apoyadas que este energúmeno de ojos claros y sonrisa malvada le propinaba a su compañera tanto al inicio como al fin del programa.
Este señor tiene el mejor índice de apoyadas per cápita
del país, y se merece nuestro eterno respeto
Por haber inventado el trencito fiestero. Por haber tanteado a Susana Rocasalvo. Por haber iniciado el mundo del chimento. Por todo eso y mucho más… ¡Carlos Monti presidente testimonial!
1 comentario:
total verdad todo!
y me llama mucho la atención el hecho de que es en los casamientos donde el 100% de las actividades son sexuales y machistas como esta, pues están el trencito apoyaduril, el juego de la liga (en el cual un caballero debe toquetear casi la entrepierna de una dama), el carnaval carioca con sus maracas en forma de pepino, y agarrar el ramo (que es casi como ver lucha en el lodo). Onda...los que no se casan entonces deben toquetear?
Publicar un comentario